Publisher's Synopsis
Amores difíciles es una colección de artículos periodísticos en los que el autor intenta adentrarse en la intimidad de varias personalidades de las letras cubanas del siglo XIX y los inicios del XX. Por lo general, escritoras y escritores han hecho sus carreras, creado sus personajes y alcanzado renombre con poco espacio público para sus medias naranjas acompañantes. No les va en ello culpa consciente alguna, ha sido el resultado de los tiempos en que han vivido. Como además se afirma que es el de escribir el oficio más solitario del mundo, comprenderá el lector cuán difícil puede llegar a ser acompañar la soledad de quien escribe. Pero sucede que esto tampoco es absoluto, que los autores suelen tener sus musas, reales, nada de llegadas de Grecia como en la mitología. O que ellas, las autoras, han tenido, o sufrido, por sus "musos", que no siempre han sabido aquilatar los valores de ellas, o los han desdeñado. Difícil, muy difícil, debe ser acompañar en la vida a un escritor que es también un revolucionario, un héroe o un mártir. Igual de difícil debe resultar tener por compañera a una escritora insigne, pero atenazada por las limitaciones de su época. ¡Oh, la época! (Bueno, ¿y qué época no es difícil?). Por ahí más o menos, anda el leitmotiv de este cuaderno de amores difíciles que busca rescatar la memoria olvidada, desvelar el nombre casi desconocido, hacer un poco de justicia y hasta romper silencios epocales.Porque... si de amores se trata, Gertrudis Gómez de Avellaneda, demasiado adelantada para su tiempo, no fue una mujer feliz; Luisa Pérez de Zambrana, Juana Borrero y Mercedes Matamoros desarrollaron su talento en medio de espinosos rosales. El de María Luisa Milanés es un caso doloroso: no conoció el amor. Y el de Dulce María Loynaz fue un amor a prueba del tiempo y la tenacidad. En cuanto a ellos, pues José Jacinto Milanés digamos que ni remotamente fue feliz en amores, que Juan Clemente Zenea sí lo fue pero padeció un tan injusto final que este llena todas las cuartillas, algo parecido sucede con Plácido, en tanto El Cucalambé, al desaparecer sin dejar rastro, sembró el desconcierto y la tristeza en su Rufina. José Martí y su esposa Carmen, a partir de un momento decisivo emprendieron caminos separados. De inicios del concluido siglo XX se cuenta de otros amores memorables: los del joven Julio Antonio Mella, compartidos entre Olivín Zaldívar y Tina Modotti, los de Villena y Asela, los de Torriente Brau y Teté Casuso, truncados los tres por la muerte prematura de ellos. No vamos a adelantarle los destinos de estos y de otros amores difíciles que vivieron varias personalidades de las letras cubanas y que, al descubrirse ante nosotros, ya desacralizados a la altura de este siglo XXI, contribuyen a completar la dimensión humana de sus protagonistas. El autor