Publisher's Synopsis
Durante los primeros cinco meses del presente año, 2020, los habitantes de España, así como los de habitantes de buena parte del resto del mundo, nos hemos vistos obligados a someternos a un desagradable estado de aislamiento y confinamiento, sin parangón en la historia de la humanidad.Desde mediados de marzo del año en curso, los organismos responsables de la salud, para poder contener la propagación de la epidemia, tuvieron que cambiar el escenario de alerta temporal en el que vivíamos, y pasar a un nivel de contención reforzada. Incluso, suspendieron casi todas las actividades, incluyendo la actividad educativa. Esta situación nos llevó a mí, y a mi familia, a encerrarnos en nuestra casa bajo llave. No salíamos para nada. Ni siquiera para comprar comida. No abríamos ni las ventanas para que entrara el sol. Teníamos miedo de que los rayos solares nos inocularan los virus de la peligrosa enfermedad. Teníamos miedo de todo. Casi que ni nos hablábamos.Así que, para pasar el tiempo, además de no hacer nada, nos pasábamos el día mirando las paredes de nuestras habitaciones. En ocasiones, nos poníamos a mirar el techo de la casa, o a cazar pititis. Lamentablemente, como no pudimos cazar ninguno, pues, no podemos decir qué cosa eran los fulanos pititis. Durante esos largos días, podemos asegurar que nuestras fosas nasales estaban perfecta-mente limpias. ¡Ah!, Casi que se me olvida: manteníamos nuestra casa impoluta. Barríamos y la limpiábamos tres o cuatro veces al día. Casi que desgastamos el piso de la sala y de la cocina. Como podrán imaginarse, al no tener casi nada qué hacer, o, en qué invertir nuestro abundante tiempo libre, nos dimos a la tarea de recordar los chistes y divertidos relatos que contaba el abuelo Benito. Esto nos ayudaba a llevar nuestra pesada cruz. Toda la familia, incluyendo a Jarly, nuestra perra, y a Hachiko, un diminuto gorrión que es más vago que volverlo a decir, nos dimos a la tarea de escarbar en nuestros recuerdos, y también en nuestros viejos libros y cuadernos de apuntes escolares, en busca de aquellos chistes viejos y muy, pero muy divertidos. Al caer la tarde, nos reuníamos en la sala, y nos dábamos a la tarea de intercambiar relatos y chistes graciosos.Hará cosa de un mes, a uno de nosotros se le ocurrió la gran idea de seleccionar los mejores chistes, y hacer un libro y publicarlo, para que otras personas, tan aburridas -o más que nosotros-, también pudieran pasar un rato agradable y poder olvidar, aunque sea por poco tiempo, la pesadez de este casi cautiverio que padecimos algunos de los habitantes de esta tierra de Dios. Esta es la historia de este trabajo, cuya lectura y disfrute está absolutamente prohibida a toda persona que sea menor de 80 años. Sin embargo, Aquellas personas cuyas edades estén comprendidas entre los 60 y los 80 años no cumplidos, también pueden disfrutar de nuestro trabajo, siempre que estén bajo supervisión de sus respectivos padres o representantes.